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España - 23ª parte
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l llegar el s. XVIII la literatura española comenzó a recibir la influencia francesa que la hizo derivar en lo que se dio en llamar el neoclasicismo. En la prosa se evidencia la influencia dejada por Quevedo, sobre todo en la obra de Diego de Torres y Villarroel (Historias de las historias).
Paralelamente, los estudios eruditos, que se pusieron de moda en ese siglo, tuvieron su más notable representante en fray Benito Jerónimo de Feijoo, un escritor ampliamente reconocido en su tiempo por sus innovadoras propuestas literarias (Cartas eruditas). Entre los poetas hay que mencionar a los fabulistas Félix María Samaniego y Tomás de Iriarte, además de Juan Pablo Forner, también autor de agudas sátiras en prosa, y Juan Meléndez Valdés, quienes destacaron en las formas bucólicas.
Francisco de Quevedo y Villegas, uno de los grandes poetas españoles del siglo XVII
La literatura del s. XIX estuvo integrada por dos corrientes bien definidas que cobraron auge en diferentes períodos del siglo. Por un lado, Francisco Martínez de la Rosa introdujo el romanticismo, una corriente revolucionaria que comprendió desde la política hasta la literatura y que se caracterizó por la vuelta a la Edad Media y la revalorización de la naturaleza. Por otro lado, hacia fines del siglo se inició una etapa de tendencias realistas y naturalistas que desembocó en la formación de la generación del 98.
La poesía y el teatro fueron los géneros más cultivados por los románticos. Entre los autores más conocidos destacaron Juan Donoso Cortés, Jaime Balmes, el novelista Enrique Gil y Carrasco (El señor de Bembibre), el ensayista y periodista Mariano José de Larra y el poeta José de Espronceda, autor de dos grandes poemas, El estudiante de Salamanca y El diablo mundo. Mención aparte merece Gustavo Adolfo Bécquer, autor de las Rimas, cuya obra se caracterizó por la intimidad y la contención.
El realismo y naturalismo cobraron vida a través de la novela y de la prosa científica y ensayística. La narrativa realista se inauguró con La gaviota (1849), de Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Fáber); prosiguió luego con las obras de Pedro Antonio Alarcón (El escándalo), Juan Valera, José María Pereda, Emilia Pardo Bazán (Los Pazos de Ulloa), Vicente Blasco Ibénez (Los cuatro jinetes del Apocalipsis) y Luis Coloma. Pero la cima del realismo español fue ocupada por la prosa novelesca de Benito Pérez Galdós, autor de los Episodios Nacionales, Fortunata y Jacinta, Doña Perfecta y Marianela, entre otras obras.
José de Espronceda, digno representante del romanticismo
En el género de ensayo tuvo especial importancia la figura de Marcelino Menéndez Pelayo, quien realizó una destacadísima labor de investigación histórico-literaria impregnada por su visión conservadora y religiosa (Historia de las ideas estéticas en España, Estudios de crítica literaria, Orígenes de la novela). El teatro romántico estuvo representado por las obras de Martínez de la Rosa (La conjuración de Venecia), Manuel Bretón de los Herreros, Juan Eugenio Hartzenbusch (Doña Mencia) y en especial José Zorrilla (Don Juan Tenorio).
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